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19 de julio de 2021

Relatos de un hospital en pandemia: “La circasiana”

“La circasiana”, me dijo. Me tomé entonces la libertad de escuchar esta canción del grupo Rauquén. “Mañana cuando al soplo aireado de la suerte, los dos nos separemos sin darnos un adiós. Mañana que el olvido, imagen de la muerte, derrame sus tinieblas en medio de los dos, evocaré tu sombra, soñando en tu existencia…”

Sus ojos reflejaban la luz de la mampara. Afortunadamente, la condición de nuestro paciente iba en franca mejoría en la UTI de nuestro hospital. Se había despedido de la mujer que amaba. Y es que llevaban ya varias décadas juntos y, para aquel preciso momento, creían intercambiar miradas por última vez.

 Sin embargo -y para la alegría de muchos- su señora ya se encontraba en casa: había salido airosa de aquella situación.

“¡Vamos!”, le dije. “Caminemos”. Adelantó su cuerpo con algo de dificultad. El oxígeno daba temple a sus pulmones; se levantaba después de varios días sin tocar el suelo. Nos tomamos del brazo al son de “La circasiana”.

Caminamos a paso lento, como si una especie de vals nos condujera. La luz de la mañana nos encandilaba un poco, a paso estrecho y un poco tambaleante.

En ese preciso instante, sus ojos se llenaron de lágrimas: “Estoy emocionado”, exclamó. “Estos son los primeros pasos para poder salir de acá y encontrarme con ella… es que llevamos toda una vida juntos. Pensé por un momento que ese sería nuestro último adiós”.

“¿Está cansado? -le pregunté-. Tome aliento y volvamos a la cama”.

 Una vez en calma me miró a los ojos. Entonces, me dijo: “Cuando escuche esta canción,  acuérdese de este viejo hombre, que alguna vez lloró por su amada”.

* Este relato fue escrito por la kinesióloga M. Garín en el marco del proyecto «Relatos de un hospital en pandemia» que busca retratar las múltiples historias vividas en nuestro recinto durante la crisis sanitaria.