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23 de marzo de 2021

De puño y letra: El duro despertar tras el ventilador mecánico

Desperté solo en una pieza desconocida, adolorido… intenté moverme y me di cuenta de que no podía porque tenía las manos atadas en la cama. ¿Qué pasó? Tenía un pequeño recuerdo de estar en una camilla entrando a un túnel, como si me fueran a sacar un examen. Miro a mi alrededor… miro mi cuerpo y me doy cuenta de que tengo muchos cables en mi cara, en mis manos, en mis brazos, y al lado mío hay una máquina que no para de sonar…

Sigo mirando, estoy rodeado de puros ventanales que dan a otras salas. ¿Qué veo?

Personas acostadas, algunas con sondas que salen de su boca, algunas de guata… pareciera que están durmiendo… o eso me gustaría pensar.

Veo personas que me miran por el otro lado del ventanal, tapadas de cara y cuerpo, pero logro distinguir sus ojos, ojos que finalmente terminarían diferenciando a una de la otra.

De repente, me dan ganas de ir al baño. Busco el timbre hasta encontrarlo, lo intento tocar y me vuelvo a dar cuenta de que tengo las manos amarradas y que no puedo hacerlo. No importa, tengo la voz, intento hablar, pero no puedo modular. Tengo la boca muy seca, me duele la garganta y mi lengua parece no sentir el paladar. No me queda de otra y ocupo el pañal que tengo puesto, ya no me puedo aguantar más. Me encuentro solo con mis pensamientos, aburrido, con susto, inquieto, sin entender mucho. ¿Será esto la muerte?

Al día siguiente entra una señorita. Me dice que es una terapeuta ocupacional. Creo que nunca lo había escuchado… pega un calendario en la pieza y me cuenta qué fecha es y cuánto tiempo ha pasado… me pregunta por mí, por mi historia de vida, por cómo me he sentido, cómo he dormido, lo que me gusta hacer y más… hace tiempo que no conversaba.  Se tomó el tiempo de explicarme todo lo que me había pasado… ahora todo tenía más sentido.

Cuando comencé a hablar con ella, se debe haber dado cuenta de que tenía la boca seca, porque me pregunta si me gustaría que me moje la boca y la lengua. Me pasa unos algodones húmedos y me explica que no me puede dar agua porque aún me están alimentando por una sonda que tengo en la nariz y que por lo mismo estoy amarrado, para que no me la quite, pero me dice que ella se dio cuenta que estoy bien cognitivamente y que va a hablar con la doctora para que me suelten.

Empiezo a toser y de mi boca sale sangre… ahora sí creo que se viene la muerte…

Lloro… por tercera vez desde que estoy conversando con ella.

Creo que hace tiempo que no me sentía tan angustiado. Ella me toma las manos y me dice que no me preocupe, que esa sangre no es porque tengo algo grave, que es simplemente porque tengo una herida en la garganta porque por ahí es donde tenía un tubo que me permitía respirar… uf, qué alivio.

Así comienza mi historia con la terapeuta ocupacional que cambió mi vida… las próximas veces me ayudó a pararme, salir de la cama, lavarme los dientes, la cara, las manos, cosas que nunca pensé que me costarían tanto volver a hacer y que han sido muy valiosas; sentir la pasta de dientes de nuevo, sentir mi boca fresca… son sensaciones inexplicables.

La terapeuta se consiguió mi celular y estaba igual de feliz que yo porque sabía lo que eso significaba; ¡voy a poder hablar con mi familia y amigos después de semanas! Era demasiada la emoción y alegría.

Ahora sigo hospitalizado, pero cada vez mejor y mis logros son sus logros. Y eso lo puedo ver reflejado en sus ojos y en sus palabras cada vez que progreso.

Me trae entretención y cosas para que estimule la mente mientras estoy aquí, porque la verdad es que no hay mucho que hacer en el hospital y se vuelve un poco aburrido y deprimente.

Me presentó a mis otros compañeros de habitación y, para sorpresa mía (que ya llevaba varios días durmiendo con ellos desde que me cambiaron de unidad), éramos 3 de los 4 los que nos conocíamos de la vida… ¡qué chico es el mundo! Ahora podemos conversar cada uno desde nuestras camas, reírnos y acompañarnos en éstas.

Ya estoy mejor, empecé a comer helado y papillas gracias a los fonoaudiólogos y ya pronto me dijeron que me sacarán la sonda para comenzar a comer de todo.

Cada día es un nuevo paso, un día de vida y estoy muy agradecido por eso.

* Este relato fue recogido por la terapeuta ocupacional Valentina Bustamante a pedido de uno de los tantos pacientes que han sido tratados en el Metropolitano, quien quería dejar su testimonio en torno a cómo nos puede afectar el Covid-19.